Es intrigante la carrera cinematográfica de Noah Baumbach. Para mí es un director especial, ya que dio vida a mi película favorita de todos los tiempos (‘Frances Ha’).
El neoyorquino se especializó en dos vertientes narrativas: Por un lado, fue experto en plasmar crisis existenciales (‘Greenberg’ o ‘Mistress America’) y por otro su tacto a la hora de abordar dramas familiares era exquisito (‘Historias de Brooklyn’ o ‘Historia de un matrimonio’). Lamentablemente, su última película “White Noise” fue un fiasco y todos sus admiradores temíamos con esta nueva otro fracaso.
El resultado es una sensación aliviante pero extraña. Porque, aunque parezca que su asociación con Netflix le aleja de sus películas personales, ‘Jay Kelly’ recupera su cariñosa sensibilidad.
‘Jay Kelly’ cuenta la historia de Jay Kelly. Un actor popular como George Clooney e interpretado por, también, George Clooney. Está en un punto de su carrera en el que le es inevitable mirar atrás, sopesando si ha merecido la pena su sacrificio. Salen a colación los clásicos temas de padre ausente, la idealización de sus fans y todos los tópicos a los que estamos acostumbrados. En ese entusiasmo autorreferencial, tan característico de los cineastas, Noah Baumbach entra en ese club pero le añade su dosis de humor. Y es esto último lo que hace que la película funcione y se convierta en un aperitivo satisfactorio.
El reparto, lo mejor de la película
Hay aspectos de la trama absurdos por su gratuidad (con todo el cariño a Laura Dern su personaje podría no existir). Los acontecimientos de la historia están cogidos con pinzas y si te lo propusieras tardarías pocos minutos en desmontarlos. Ahora bien, si los aceptas, ‘Jay Kelly’ te puede dar muchas alegrías. Porque cuando Noah acierta, lo hace de lleno.
Si por algo funcionan sus gags es gracias al elenco. Aquí se cumple con creces la clásica frase de “No existen personajes pequeños sino actores mediocres”. A Lars Eidinger, Billy Crudup, Patrick Wilson, Alba Rohrwacher o Stacy Keach les bastan escasos minutos para dejar huella.
Por no hablar de un entrañable Adam Sandler cuyo personaje toma la batuta en la que es, para mí, la mejor escena (cuando el propio Adam Sandler maquilla a George Clooney).
Ojalá Noah Baumbach vuelva a sus proyectos independientes. Porque en una producción de este calibre, da la sensación de no poder expresarse como a él le gustaría. Menos es más y, quizás por cumplir las exigencias de Netflix, se ahoga el solo en tramas insípidas. Y, sin embargo, cuando le toca ponerse serio ante la cámara lo hace con ese mimo que solo tiene él. “Jay Kelly” te emociona de forma muy evidente y la sutilidad de sus anteriores películas ha desaparecido.
Pero el cariño por sus textos se conserva.