Comenzamos este esperado festival de Donostia con la nueva película de Olivier Assayas. ‘El mago del Kremlin’ es una adaptación de la novela de Giuliano da Empoli (cuyo título es el mismo que el de la película). La historia sigue los pasos de Vadim Baranov, un asesor de imagen y consejero político de Vladimir Putin. Dicha novela fue publicada en el 2022, por tanto, y aunque se declare como una novela de ficción, es inevitable encontrar semejanzas con la política rusa de las últimas décadas.
La película recorre el pasado de Baranov, ya retirado de los cargos políticos. Su vida la cuenta el propio protagonista a un periodista americano simpatizante de sus ideas. Assayas recurre a un flashback lineal o, en otras palabras, no se ha complicado mucho pensando en la estructura narrativa y, en vez de jugar con los tiempos, ha preferido ser tradicional. Por un lado, esa sencillez ayuda a que entiendas bien el recorrido profesional del protagonista, pero, por otro lado, hace que la película peque de aburrida.
Sin haber leído la novela, da la sensación de que se ha sido demasiado fiel a ésta. La propia película está estructurada por capítulos (introducidos con unas tipografías horteras, para mi gusto) e intercala los flashbacks con coletazos del presente que apenas aportan mucho que delatan una vagueza narrativa.
Una historia ficticia… pero con muchos paralelismos con la realidad
Al principio de la cinta, te avisan de que se trata de una historia ficticia. No obstante, es evidente el paralelismo que se teje con la realidad. Mismamente, Baranov es asesor del mismísimo Putin (interpretado por un exagerado Jude Law dando la sensación de que se buscaba caricaturizarlo más que otra cosa). Olivier Assayas nos enseña los secretos del poder, descubrimos las intenciones retorcidas que buscan los políticos y nos desvela las mentes pensantes que controlan un gobierno desde la sombra.
Vadim Baranov es un tipo cínico y frio que, a su vez, brilla por su creatividad e inteligencia. Lamentablemente, esas características tan contradictorias y fascinantes no se aprecian en la interpretación de Paul Dano.
Monótono e inerte, desaprovecha el abanico de un personaje al que le tildan como “mago”. La energía del actor no suscita ese mote, provocando una asincronía entre el guion y su comportamiento en escena. Además, resulta tan soso que no se aprecia un arco de transformación que demandaban sus circunstancias políticas. Sin poner toda la responsabilidad en Dano, el guion tampoco ayuda a excavar en la personalidad de esta enigmática figura. Diálogos fáciles y meramente expositivos, hacen que Baranov hable solo superficialmente e imposibilita cualquier sutilidad o contradicción interpretativa.
En resumen, nos encontramos ante una película correcta que, a su vez, es vacía e impersonal. Parece que el director francés no asume riesgos abusando de una objetividad que en el mundo del cine desemboca en la irrelevancia. El resultado es una puesta en escena conservadora que no busca desafiarte como espectador sino simplemente informarte. La tensión no está trabajada y ninguna escena consigue llegar a un punto ambicioso (paradójicamente, el highlight es una escena cómica en la que se graba un discurso político). ‘El Mago del Kremlin’ es interesante para aprender un poco más sobre la política rusa (desde el descalabro de la URSS hasta mediados de la década de 2010).
Pero no te atrapa.