Muchas veces estamos faltos de películas provocadoras. Por miedo a ser juzgadas, la mayoría se quedan a medias tintas y en tierra de nadie. Pero, no obstante, hay otras que no tienen freno y entran como un torbellino aniquilando cualquier ápice moral. Es el caso de ‘Bad Apples’ de Jonatan Etzler y, para más inri, es su primera película ¿Estaremos ante un nuevo director con ganas de banalizar nuestra ética?
Estrenada en la sección “New Directors” del Zinemaldia 25, ‘Bad Apples’ nos cuenta la historia de una profesora incapaz de dar clase por culpa de Danny, un niño violento que arrasa con todo lo que ve. Literalmente. Tira por las escaleras a compañeras, insulta sin escrúpulos o cuela su zapatilla en una fábrica de manzanas (provocando un cortocircuito en la factoría). Todo una joya, vaya. Nuestra profesora María es incapaz de domar a esa bestia y su bondad, más que ser útil, es ineficiente. Por una serie de catastróficas desdichas, María mete la pata. Sin querer, eso sí. Pero lo hace: Secuestra a Danny.
La premisa no puede ser más macabra y, sin embargo, funciona como un reloj. María, interpretada por una estupenda Saoirse Ronan, es el ejemplo de persona que una vez lanza la primera mentira, es incapaz de salir de su propio bucle de errores irremediables. La bola de nieve se va haciendo más grande, Jonathan Etzler lejos de recatarse, fuerza más la máquina y, por ende, todo se convierte en un hilarante despiporre.
Unos personajes maquiavélicos
Un claro acierto del director es el énfasis maquiavélico de casi todos los personajes (digo casi todos porque hay alguno puntual que sirve para contrastar con el sinsentido de los demás). La escena de los padres es tan bizarra que no puedes controlar las carcajadas. Y es que ‘Bad apples’ se deja en casa los formalismos y retuerce la perversidad humana mientras que tú, como espectador, no das crédito a lo que tus ojos están viendo. Clave para entender que se trata de una sátira es la rocambolesca banda sonora. Con cierto toque “Tim Burtonesco” presenta situaciones pesadillescas bajo el velo de la cordura.
Con todo esto, la apuesta del director es osada pero funciona por su valor recreativo. Porque siempre se agradece ver películas dispuestas a divertirnos sacándonos de la maceta de la moralidad. Uno se siente mal por reírse cuando María decide atar a Danny con un arnés hecho para gorilas enormes. O cuando los padres secundan encerrar a Danny pactando un pacto de silencio.
Pero no puedes evitarlo y entiendes que para eso se inventó el cine. Para salir un poco de nuestras cabezas y alucinar con realidades inverosímiles (en todo momento, se percibe la sátira). Mucha curiosidad por seguir los pasos de este director que, desde luego, se quiere hacer notar. Nosotros siempre estaremos encantados de reírnos con lo que no toca reírse. Mención especial a la alumna que está plagada de gags brillantes. El vestido que se pone encima del uniforme, la canción que toca en bucle utilizando solo una tecla o el primer plano cuando dice “escuché que decía GOL”.
¡Y qué lástima que no hubiese terminado con el penúltimo plano! El último resulta obvio y subraya lo que ya se intuye. Con el penúltimo, sin embargo, se hubiese llegado al culmen del cinismo. Un final que merece este guion tan especial.
