Pudimos ver ‘Jurassic World: El renacer’ antes de su estreno y no podríamos estar más sorprendidos con la apuesta que ha hecho Universal con el fichaje de Gareth Edwards. Una epopeya de acción que regresa al origen de todo y lo hace de una manera entretenidísima y carga de acción puramente palomitera.
Un entretenimiento de primera encabezado por una increíble Scarlett Johansson, acostumbrada a llevar el timón en producciones de este calibre, y cimentado en un guión sólido y bien construido que se aleja de los endebles libretos que pudimos ver en la anterior trilogía. A todo esto habría que suimarle un reparto lleno de caras conocidas que funciona muy bien y una dirección de lo más efectiva.
Un regreso por todo lo alto
Creo que parte de lo que mejor sienta de esta película, sin ninguna duda, es que el punto de partida es realista, consciente de lo que tiene detrás pero ofreciendo nuevos e interesantes frentes y, sobre todo, presenta un universo que ha evolucionado desde ‘Jurassic World: Dominion’ de una forma bastante lógica, sobre todo teniendo en cuenta que nada tenía lógica en la película de 2022.
En ese sentido, nos encontramos un contexto en el que los dinosaurios han acabado por claudicar ante las condiciones climáticas de nuestro mundo y se han ido a vivir a ambientes aislados cercanos al Ecuador, con una temperatura similar a la que ellos conocieron cuando poblaban la Tierra, y que se han convertido en territorios vetados para los seres humanos.

Ahí conocemos a Zora Bennett (Scarlett Johansson), una experta en operaciones encubiertas, que lidera una expedición financiada por Martin Krebs (Rupert Friend) y en la que también viaja el Doctor Loomis (Jonathan Bailey) al territorio prohibido en busca de la sangre de los tres dinosaurios más grandes que necesitan para crear un medicamento que podría salvar la vida de millones de personas.
En su travesía se toparán con una familia cuyo velero ha volcado y todos acabarán en una isla prohibida que era un centro de investigación del Parque Jurásico, desatándose una trama de aventuras que recuerda a los mejores momentos de toda la saga con unas escenas de acción fascinantes y una dirección de lo más solvente por parte del director de ‘Rogue One‘, que vuelve a demostrar sus excepcionales capacidades para manejar la presión de levantar una saga que ha perdido el prestigio.
Gareth Edwards lo vuelve a hacer
Lo cierto es que la cinta mezcla de manera magistral varios géneros logrando convencer con un producto bien confeccionado que deja claras sus intenciones desde el primer momento. Sin sentimentalismos baratos, sin abusar descaradamente del fan service cada cinco minutos. Una historia sin pretensiones y que funciona precisamente por eso, porque lo que el espectador desea ver es a personas enfrentándose a su supervivencia.
Y, como decíamos antes, no es la primera vez que Edwards consigue levantar una marca hundida por los remakes y reboots innecesarios, buscando su propio camino y tratando de contar una historia diferente y bien elaborada. En este caso, el realizador logra que la cinta viaje por diferentes géneros recuperando el terror, prácticamente desaparecido de la saga desde la segunda entrega dirigida por Spielberg allá por el 97.
Pero su labor no se reduce a eso, también consigue que el reparto funcione bastante bien con una interpretación coral superior a la media de producciones de este tipo. Es cierto que Jonathan Bailey no termina de encajar en el rol de científico aventurero y que, por momentos, Mahershala Ali parece que el rodaje le pillaba de paso a otra parte, pero Rupert Friend, David Iacono, Luna Blaise y, sobre todo, un carismático Manuel García-Rulfo que cumple con lo que le eches, aparecen para salvar el día y elevar el nivel.
Todos ellos sustentados bajo una construcción de personajes interesante y lógica y que cumple con normalidad, ni más ni menos. ¿Son roles básicos? Sí, lo son, pero funcionan porque logran conectar con el público y, sobre todo, no son meras marionetas a manos del guionista para ofrecer un fan service barato y artificioso. Y en un blockbuster, la verdad, tampoco se pide mucho más.