Cuando hablamos de series que logran capturar la esencia cruda y conmovedora de la adolescencia, no basta con centrarse en el drama superficial o los estereotipos juveniles de siempre. Algunas ficciones se atreven a ir más allá: a mostrar lo incómodo, lo brutal, lo silencioso que a menudo define ese momento bisagra entre la niñez y la adultez. Es ahí donde se posicionan dos producciones recientes que, desde latitudes y culturas distintas, han conseguido tocar una fibra universal: ‘Adolescencia’, desde Reino Unido, y ‘Un chico malo’, desde Israel, ambas disponibles en Netfllix.
Adolescencia: crudeza emocional en plano secuencia
‘Adolescencia’ es una miniserie británica compuesta por apenas cuatro episodios, pero su brevedad no impide que tenga un impacto demoledor. La historia gira en torno a Jamie, un niño de 13 años acusado del asesinato de una compañera de clase. A partir de ahí, la serie construye un relato profundamente inmersivo y emocional que pone al espectador frente a un dilema ético y psicológico: ¿cómo juzgar a alguien tan joven por un crimen tan brutal?
La elección estética también es audaz: todo está filmado en plano secuencia, sin cortes aparentes. Esta técnica no es solo un alarde técnico, sino una herramienta narrativa que potencia la sensación de realismo. Al eliminar el montaje tradicional, el espectador queda atrapado en el flujo constante de la historia, como si fuese un testigo invisible de cada conversación, cada silencio, cada mirada.
Pero más allá del crimen, lo que realmente interesa a ‘Adolescencia’ es el contexto: la masculinidad tóxica que rodea al protagonista, el sistema educativo que parece más interesado en castigar que en comprender, y la influencia omnipresente de las redes sociales como plataforma de juicio público. La serie no señala culpables fáciles, sino que expone un ecosistema de presiones y negligencias donde la violencia termina por explotar.
Su sensibilidad para tratar temas delicados sin caer en el morbo ni en la condescendencia ha sido ampliamente reconocida. No sorprende que haya alcanzado un 99% de aprobación en Rotten Tomatoes. La crítica la ha elogiado por su valentía narrativa, su carga emocional y su capacidad para mostrar la adolescencia como un territorio donde cada error puede convertirse en una cicatriz para toda la vida.

Un chico malo: redención a través del humor
En el otro extremo geográfico, pero con una sensibilidad igualmente profunda, encontramos ‘Un chico malo’, una serie israelí que ha sorprendido por su mezcla de humor, drama y redención personal. Dean, su protagonista, es un adolescente conflictivo que termina en un centro de detención juvenil luego de ser denunciado por su propia madre. A primera vista, la premisa puede recordar a otras ficciones carcelarias o de jóvenes problemáticos, pero aquí el tono es completamente distinto.
Dean utiliza el humor como un mecanismo de defensa. Su manera de afrontar la realidad es hacer chistes, burlarse del entorno, esconderse detrás de una ironía punzante. Lo interesante es que esa comedia no trivializa el dolor, sino que lo amplifica. A medida que avanza la serie y se intercalan flashbacks de su vida antes del arresto, comprendemos que cada broma es una capa más de protección contra un pasado lleno de abandono, violencia y frustración.
Uno de los aspectos más potentes de ‘Un chico malo’ es que está inspirada en hechos reales. Esto le da una dimensión adicional al arco de redención del protagonista. Dean encuentra en el stand-up una forma de canalizar su dolor (algo parecido a ‘Mi Reno de Peluche’, de contarse a sí mismo desde otro lugar. Y ese proceso —doloroso, lento, pero profundamente humano— permite que el espectador conecte de forma empática incluso con los aspectos más oscuros del personaje.
La serie también se destaca por su ritmo accesible y su capacidad de equilibrar lo trágico con lo cómico, lo que ha facilitado su conexión con una audiencia más amplia. En un panorama televisivo cada vez más saturado, donde las series juveniles a menudo pecan de formulaicas o estilizadas en exceso, ‘Un chico malo’ aporta una frescura narrativa y emocional difícil de ignorar.

Dos culturas, una misma verdad adolescente
Aunque ‘Adolescencia’ y ‘Un chico malo’ pertenecen a contextos culturales distintos —Reino Unido e Israel, respectivamente—, comparten una misma preocupación: retratar la adolescencia como un territorio complejo, lleno de contradicciones. En el caso británico, la narrativa es sobria, introspectiva, cargada de silencios. En el israelí, el relato es más visceral, ruidoso, lleno de momentos catárticos. Pero en ambos casos, el resultado es el mismo: una verdad emocional que atraviesa fronteras.
Mientras ‘Adolescencia’ pone el foco en las presiones externas —la mirada social, la autoridad adulta, el juicio mediático—, ‘Un chico malo’ se adentra en el viaje interno del personaje, en su necesidad de reconstruirse desde las ruinas. En ese contraste, el espectador puede encontrar dos maneras complementarias de entender lo que significa crecer en un mundo que no siempre ofrece las herramientas necesarias para hacerlo.
‘Adolescencia’ y ‘Un chico malo’ no solo hablan de adolescentes: hablan de nosotros. De las heridas que no siempre se ven, de los mecanismos de defensa que construimos para sobrevivir, de las decisiones que tomamos cuando aún estamos aprendiendo quiénes somos. Estas series no buscan ofrecer respuestas, sino abrir preguntas incómodas, necesarias, profundamente humanas.
Al atreverse a explorar el dolor sin sensacionalismo y la redención sin fórmulas prefabricadas, ambas ficciones elevan el estándar de lo que debería ser una narrativa juvenil: honesta, comprometida, emocionalmente veraz. En un mundo que muchas veces prefiere mirar hacia otro lado, estas historias nos obligan a mirar de frente, con empatía y sin juicios.
Y quizás ese sea su mayor logro: recordarnos que la ficción, cuando está bien hecha, no es solo un espejo, sino también una ventana. Una oportunidad para entender lo que otros viven, sienten y callan. Una forma de estar, aunque sea por un momento, en la piel del otro.